viernes, 25 de noviembre de 2011

BERGMAN Y LA REPÚBLICA DE WEIMAR


La República de Weimar

La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, seguida de numerosas protestas y revueltas a lo largo del país marcaron el final del régimen imperial. Para finales de 1918 el Káiser había abdicado y el poder había sido transferido a un gobierno provisional formado por el Partido Socialdemócrata (el más numeroso y mejor organizado de la incipiente posguerra). El nuevo gobierno llamó a elecciones para enero de 1919 con el fin de formar una Asamblea Nacional provisional que dotara a la nueva república de una nueva constitución. La nueva constitución fue aprobada el 31 de julio de 1919 y programada para entrar en vigor el 11 de agosto de 1919; sin embargo esta nueva constitución no reformó de fondo el antiguo régimen imperial, a pesar de sustituirlo por un una república demócratica, liberal y parlamentaria. A pesar de todo se trataba de una democracia de avanzada para su tiempo que planteaba ya preocupaciones en torno a la justicia social.

La República de Weimar tuvo que hacer frente de sus orígenes a la virulencia de los extremismos políticos que rechazaban per se la idea de un régimen democrático: la izquierda más radical siguió empeñada en el establecimiento de una régimen similar al bolchevique en la Unión Soviética; por su parte la extrema derecha no renunció jamás a sus convicciones antidemocráticas y su filiación autoritaria y militarista. Durante sus primeros cinco años de existencia, la jóven república enfrentó una y otra vez tentativas de rebelión y golpes de estado en su contra. Incluso antes de su establecimiento legal, el gobierno provisional tuvo que enfrentar el levantamiento armado del naciente Partido Comunista Alemán (de base espartaquista), para ello tuvo que echar mano de las milicias paramilitares y antirrepublicanas de los Freikorps que sofocaron brutalmente la rebelión (los líderes espartaquistas Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron ejecutados en juicios sumarísimos); este hecho marcó el rompimiento definitivo hacia el interior de la socialdemocracia y las fuerzas de la izquierda, así como el fortalecimeinto de los grupos armados de la extrema derecha. Para abril de 1919, el surgimiento de una República Consejista Bávara marcó la alianza tácita pero definitiva entre el gobierno socialdemócrata y la extrema derecha: una vez más los Freikorps reprimieron la rebelión, con una consecuencia perdurable para la república: Münich se convirtió en la capital conservadora, ultranacionalista y antidemocrática por excelencia. Así el régimen democrático había unido su destino a las fuerzas paramilitares y antidemocráticas de la derecha nacionalista que sostenía la existencia de la nueva república en tanto servía como escudo en contra de los deseos comunistas de imponer un régimen similar al soviético. La única salida que el gobierno de la república encontró para limitar la existencia de las numerosas bandas paramilitares (formadas por antiguos soldados del ejército imperial, soldados desmovilizados y cadetes) fue integrarlas al ejército regular con grandes concesiones y privilegios: así la milicia se convirtió en un coto monárquico y antirrepublicano.

Para 1920, el 13 de marzo un numeroso contigente de Freikorps se hace del poder en Berlín, desconoce al gobierno y nombra a Kapp nuevo canciller; sin embargo una huelga nacional derroca al nuevo régimen apenas cuatro días después. Lo que parecía una victoria emblemática para fortalecer a la república no lo fue: el ejército que se negó a defender el gobierno legalemente establecido no fue reformado sino que por el contario acrecentó sus privilegios. A los pocos meses un improvisado 'Ejército Rojo', formado por unos 50 mil hombres se hizo del poder en la región de Ruhr, nuevamente la revuelta fue sofocada con ayuda de los grupos paramilitares. El comunismo había terminado de desacreditarse como una opción luego de numerosas rebeliones y actos violentos, y nuevamente la extrema derecha había salido fortalecida y ganaba crédito para su teoría de la puñalada en la espalda, la cual culpaba a los civiles de la derrota en la Primera Guerra Mundial

La República de Weimar no sólo tuvo que hacer frente a la hostilidad de los grupos extremistas sino también a una profunda crisis económica y financiera gestada desde antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno suprimió la convertibilidad de papel moneda en oro; lo que generó la impresión masiva de papel moneda y la subsecuente inflación. El desastre de la guerra generó más deuda, más déficit, devaluación y una dramática subida de precios.  La política de imprimir más papel moneda como forma de financiación para el gobierno se profundizó: para 1922 la devaluación, inflación y subida de precios comenzó  a arreciar. Los ahorradores perdieron todo su dinero y los deudores vieron desaparecidas sus deudas.  La cotización de preguerra de 4.2 marcos por un dólar se mantuvo estable largo tiempo; sin embargo para julio de 1923 alcanzaba la relación de 350 mil marcos por un dólar, para mediados de agosto se pagaban 4 millones de marcos por un dólar, en septiembre 160 millones y finalmente para noviembre alcanzaba la rídicula proporción de 4 billones de marcos por un dólar. Prácticamente el marco perdió cualquier valor que pudiera tener: había arrastrado en su caída a la economía y a la totalidad del país. La hiperinflación había conseguido algo que ni siquiera la Primera Guerra Mundial pudo: el fin de la sociedad alemana de preguerra. La consecuente reducción del gasto público y el fin de numerosas políticas de seguridad social en el momento que eran más necesarias hizo que la gente se desencantara de la democracia y el republicanismo y virara a posiciones políticas más extremas, de entre las cuales el ultranacionalismo y la derecha fueron las más beneficiadas.

En medio de la turbulencia y la incertidumbre, el 8 de noviembre de 1923 Adolfo Hitler aliado a Eric Luddendorff orquestó un intento de golpe de estado desde Münich: planeaba hacerse del control de la ciudad, marchar el día siguiente hacia Berlín para hacerse finalmente del poder y derrocar a la república. El mismo día la revuelta fue fácilmente sofocada. Hitler fue condenado, indulgentemente, a apenas 5 años de prisión; sin embargo fue liberado el 20 de  diciembre de 1924, durante el proceso Hitler había concluido que podía hacerse del poder mediante la vía electoral. En apenas poco más de ocho años, la República de Weimar caería finalmente en poder de Hitler y el nazismo, luego de un fulgurante periodo de bienestar, estabilidad política y financiera que llegó a su fin con la muerte de Gustav Stresemann (el artífice del reposicionamiento de Alemania) y la Gran Depresión de 1929.

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Ingmar Bergman ubica precisamente la acción central de El huevo de la serpiente en los días más aciagos de la República de Weimar (noviembre de 1923), antes de que alcanzara la relativa estabilidad que logró consolidar Gustav Stresemann previo al ascenso del nazismo. De hecho, el objetivo principal de Bergman es explorar el origen y las condiciones en que se gestó el nazismo y la figura de Adolf Hitler antes de desencadenar la Segunda Guerra Mundial y la solución final del problema judío. En este contexto, Bergman presenta la historia de Abel Rosenberg (un judío estadounidense que trabajaba en un circo) y Manuela, su ex-cuñada; la acción se abre la noche del 3 de noviembre de 1923 cuando Abel descubre que su hermano Max se ha suicidado; sin embargo las circunstancias que rodean el suicidio son poco claras y misteriosas, incluso en su carta póstuma, Max habla de 'envenenamiento', además de conducirse erráticamente los días previos. 



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El inspector Bauer y La República de Weimar

Las investigaciones en torno al suicidio de Max Rosenberg, son conducidas por un funcionario oficial: el inspector Bauer. Abel Rosenberg y el inspector Bauer mantienen un diálogo esclarecedor en el filme: el inspector habla de la rampante devaluación, el pago de indemnizaciones (establecidas en el Tratado de Versalles), las agitaciones de los grupos bolcheviques y el inminente golpe que Hitler prepara. Alemania es un hervidero y caldo de cultivo para los extremismos. A pesar del caos, la situación excepcional y las condiciones adversas, Bauer intenta cumplir cabalmente con su deber: investigar un serie de asesinatos macabros. Todos tenemos miedo, apostrofa Bauer con serenidad. Probablemente el inspector Bauer encarne los mejores propósitos que se propuso la República.

El silencio de dios

El silencio y la ausencia de dios es un tema central en toda la reflexión que es la cinematografía de Bergman. En El huevo de la serpiente, no pasa por alto el tema porque precisamente en un contexto social, político y económico como el que enfrentó la República de Weimar, la pregunta se hace para el creyente más imperativa que nunca. Manuela busca el consuelo que puede ofrecerle un sacerdote. El sacerdote se muestra apático, indiferente, molesto. Habla de un dios remoto, silencioso, casi definitivamente ausente. Luego se disculpa por su actitud.



 Los diarios y los judíos

Abel,  de origen judío, se encuentra con su anterior patrón en el circo. El patrón lee su diario: los judíos son un problema para Alemania, lo son más en tanto el régimen bolchevique se ha consolidado.

La vida cotidiana

Dice la voz-off: "Los diarios están llenos de temor, amenazas y rumores. El gobierno está indefenso. Una sangrienta confrontación entre los grupos extremistas parece inevitable. Pero a pesar de eso, la gente va a trabajar, la lluvia no cesa nunca y el temor crece como el vapor entre los adoquines. Puede sentirse como un olor acre. se soporta como un envenenameinto interno, como un lento envenenamiento que sólo se siente rápida o lentamente, o como un espasmo de náusea". Sí, a pesar de todo hay que vivir.

El gato de Hans Vergerus


Cuando Abel Rosenberg se encuentra con Hans Vergerus afuera del camerino de Manuela, su estado de ánimo se afecta, se perturba. Despúes refiere a Manuela que Hans Vergerus fue un amigo de infancia, que le disgustaba a su madre. Un día Hans abrió un gato por la mitad.

El peso del dinero

Abel Rosenberg camina, de noche, por las calles de Berlín. Es el 7 de de noviembre de 1923. Ya no hay leche en Berlín. Ya no existe el marco, no importa el valor impreso al frente: los fajos de billete son pesados en báscula para que alcancen cierto valor.


El discurso de Hans Vergerus

La noche del 8 de noviembre de 1923, Abel Rosenberg descubre la aberrante monstruosidad de los experimentos médicos que Hans Vergerus practica en seres humanos. Descubre que también los ha padecido en carne propia: la muerte de su hermano y Manuela. Hans Vergerus señala que no es un monstruo, sino parte de un desarrollo lógico y necesario. Y Hans Vergerus habla también de un antiguo cabo austríaco y su inminente levantamiento contra la República de Weimar: "Herr Hitler carece de capacidad intelectual y de técnica. No conoce las tremendas fuerzas con las que se enfrentará. Será arrasado como una hoja marchita el día que se desate la tormenta". No habrá tal revolución por el momento, los alemanes son gente humillada, incapaz de articular una rebelión: el mito de la puñalada en la espalda goza de cabal salud. Vergerus señala, extasiado, que en diez años los alemanes de 10 tendrán 20 años, los de 15 tendrán 25, y así "al odio heredado por sus padres, ellos añadirán su propio idealismo e impaciencia. Alguno se adelantará y pondrá sus sentimientos en palabras. Alguno prometerá un futuro. Alguno hará sus demandas. Alguno hablará de grandeza y sacrificio. Los jóvenes e inexpertos brindarán su valor y su fe a los cansados e indecisos. Y entonces habrá una revolución, y nuestro mundo se hundirá en sangre y fuego. En diez años, no más, ellos crearán una sociedad sin igual en la historia mundial. La antigua sociedad se basaba en ideas muy románticas sobre la bondad del hombre. Muy complicado, ya que las ideas no concuerdan con la realidad. La nueva sociedad se basará en un juicio real de los potenciales y limitaciones del hombre. El hombre es una deformidad, una perversión de la naturaleza. Entonces nuestros experimentos tomarán lugar. Lidiamos con la forma básica y luego la moldeamos. Liberamos las fuerzas productivas y controlamos las destructivas. Exterminamos lo inferior y aumentamos lo útil". Este es el huevo de la serpiente, a través de la membrana se mira el reptil perfectamente formado. Lo demás, lo demás es cuestión de tiempo.

La serpiente en proceso

Los siguientes seis años son un oasis para Alemania: se reactiva la industria, suben los salarios, fluyen préstamos internacionales, la hiperinflación se detiene, se crean millones de empleos; pero la serpiente no ha dejado de crecer, nunca dejó de crecer. Para 1933 el ascenso lento, silencioso y sagaz de Hitler culmina: la República de Weimar es sustituida, de facto, por el Tercer Reich. Las condiciones para el ascenso del totalitarismo en Alemania se han construido poco a poco desde 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se ha consolidado luego porque ninguno de los extremismos, ni de derecha ni de izquierda, ha estimado que la democracia, la república y el liberalismo sea la salida para una Alemania derrotada y lastimada. No es gratuito entonces que Bergman medite sobre el origen del mal y el totalitarismo desde los días más aciagos de la República de Weimar en noviembre de 1923, porque precisamente la serpiente llevaba largo tiempo formándose y para entonces, como señala Hans Vergerus, se puede mirar al reptil perfectamente formado a través de la delgada membrana del huevo.









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