miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Ángel ebrio, un héroe problemático


El Ángel ebrio es el séptimo filme en la carrera del maestro japonés, la primera colaboración (de una larguísima relación) con Toshiro Mifune y, en palabras del propio Akira Kurosawa, su irrupción definitiva como director consolidado en el cine japonés de la época. El Ángel ebrio tiene lugar en el decadente y arruinado Japón de la incipiente posguerra, lo que le concede una cierta atmósfera propia del cine noir y cuenta la compleja y problemática relación entre un dedicado y talentoso médico entregado al alcohol (Takashi Shimura) y Matsunaga (Mifune), un mafioso de la yakuza que padece tuberculosis, una enfermedad muy común en la posguerra. Sanada, el médico, intenta, a pesar de las reiteradas negativas, convencer una y otra vez a Matsunaga para que tome el tratamiento que necesita, salve su vida y abandone la vida criminal que ha llevado. 



 Sin embargo no existe ninguna intención moralizante o una visión reduccionista del problema, puesto que el médico Sanada está completamente alejado del paradigma de perfección o virtuosismo moral y lidia con sus propios demonios internos y su adicción al alcohol; ni por su parte el mafioso Matsunaga es la encarnación absoluta del mal o el prototipo del individuo privado totalmente de conciencia; y es que a pesar de su aparente dureza de carácter teme profundamente la  proximidad de la muerte, y de hecho existe en él un oculto deseo de redención. Lidiamos, es evidente, con personajes complejos. En este sentido, el médico Sanada es una encarnación del héroe problemático: el héroe que a pesar de enfrentarse a un mundo degradado y desesperanzado, como lo era el Japón de la posguerra con prostitutas y mafiosos, no se abandona ni se entrega al nihilismo o la pura contemplación del naufragio colectivo sino que decide actuar decididamente.

 La aparición de Matsunaga en su vida entraña un cambio cualitativo de gran trascendencia en su visión moral y ética del mundo: no se trata solamente de salvar de la muerte y la tuberculosis a los honestos pacientes que llegan a su consultorio sino también al criminal que todavía conserva un atisbo de conciencia y una posibilidad de redención. Eso se convierte en la obsesión y batalla personal de Sanada, que a su manera aspira también a la redención. En este periplo, Matsunaga, a pesar de la reticencia inicial, alcanza un cierto grado de comprensión en torno al sentido que modela su vida: descubre que hacia el interior de la mafia no hay verdadera fraternidad o preocupación genuina sino puro interés: pierde, primero,  a manos de su antiguo jefe que recuperado su libertad el imperio sobre su territorio y luego a su novia, para finalmente descubrir que para los líderes de la mafia su estado de salud no importa: ¿qué más da entregarlo a la muerte en una cierta misión casi suicida?, se pregunta un líder de la mafia, si finalmente la tuberculosis es una condena de muerte. Hay un desprecio absoluto por la vida del otro. Sin embargo, y no obstante los titánicos esfuerzos, el médico Sanada no alcanza a salvar a Matsunaga de la muerte, pero sí a infudir en él un cierto cambio de conciencia y actitud; aunque Matsunaga, y en eso le va la vida, permanece atadado áun al estricto código de conducta de la yakuza y la noción plurisecular del honor en la sociedad japonesa. A pesar de todo, el médico Sanada confirma su intuición primigenia: en medio de la degradación del mundo aún es posible mantener la esperanza y conferirle un sentido a la vida. "La voluntad puede curar todos los males humanos", dice hacia al final de la cinta el médico Sanada, en el derruido Japón de posguerra, cuando descubre que una de sus jóvenes pacientes se ha recuperado totalmente de la tuberculosis.

viernes, 25 de noviembre de 2011

BERGMAN Y LA REPÚBLICA DE WEIMAR


La República de Weimar

La derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial, seguida de numerosas protestas y revueltas a lo largo del país marcaron el final del régimen imperial. Para finales de 1918 el Káiser había abdicado y el poder había sido transferido a un gobierno provisional formado por el Partido Socialdemócrata (el más numeroso y mejor organizado de la incipiente posguerra). El nuevo gobierno llamó a elecciones para enero de 1919 con el fin de formar una Asamblea Nacional provisional que dotara a la nueva república de una nueva constitución. La nueva constitución fue aprobada el 31 de julio de 1919 y programada para entrar en vigor el 11 de agosto de 1919; sin embargo esta nueva constitución no reformó de fondo el antiguo régimen imperial, a pesar de sustituirlo por un una república demócratica, liberal y parlamentaria. A pesar de todo se trataba de una democracia de avanzada para su tiempo que planteaba ya preocupaciones en torno a la justicia social.

La República de Weimar tuvo que hacer frente de sus orígenes a la virulencia de los extremismos políticos que rechazaban per se la idea de un régimen democrático: la izquierda más radical siguió empeñada en el establecimiento de una régimen similar al bolchevique en la Unión Soviética; por su parte la extrema derecha no renunció jamás a sus convicciones antidemocráticas y su filiación autoritaria y militarista. Durante sus primeros cinco años de existencia, la jóven república enfrentó una y otra vez tentativas de rebelión y golpes de estado en su contra. Incluso antes de su establecimiento legal, el gobierno provisional tuvo que enfrentar el levantamiento armado del naciente Partido Comunista Alemán (de base espartaquista), para ello tuvo que echar mano de las milicias paramilitares y antirrepublicanas de los Freikorps que sofocaron brutalmente la rebelión (los líderes espartaquistas Liebknecht y Rosa Luxemburgo fueron ejecutados en juicios sumarísimos); este hecho marcó el rompimiento definitivo hacia el interior de la socialdemocracia y las fuerzas de la izquierda, así como el fortalecimeinto de los grupos armados de la extrema derecha. Para abril de 1919, el surgimiento de una República Consejista Bávara marcó la alianza tácita pero definitiva entre el gobierno socialdemócrata y la extrema derecha: una vez más los Freikorps reprimieron la rebelión, con una consecuencia perdurable para la república: Münich se convirtió en la capital conservadora, ultranacionalista y antidemocrática por excelencia. Así el régimen democrático había unido su destino a las fuerzas paramilitares y antidemocráticas de la derecha nacionalista que sostenía la existencia de la nueva república en tanto servía como escudo en contra de los deseos comunistas de imponer un régimen similar al soviético. La única salida que el gobierno de la república encontró para limitar la existencia de las numerosas bandas paramilitares (formadas por antiguos soldados del ejército imperial, soldados desmovilizados y cadetes) fue integrarlas al ejército regular con grandes concesiones y privilegios: así la milicia se convirtió en un coto monárquico y antirrepublicano.

Para 1920, el 13 de marzo un numeroso contigente de Freikorps se hace del poder en Berlín, desconoce al gobierno y nombra a Kapp nuevo canciller; sin embargo una huelga nacional derroca al nuevo régimen apenas cuatro días después. Lo que parecía una victoria emblemática para fortalecer a la república no lo fue: el ejército que se negó a defender el gobierno legalemente establecido no fue reformado sino que por el contario acrecentó sus privilegios. A los pocos meses un improvisado 'Ejército Rojo', formado por unos 50 mil hombres se hizo del poder en la región de Ruhr, nuevamente la revuelta fue sofocada con ayuda de los grupos paramilitares. El comunismo había terminado de desacreditarse como una opción luego de numerosas rebeliones y actos violentos, y nuevamente la extrema derecha había salido fortalecida y ganaba crédito para su teoría de la puñalada en la espalda, la cual culpaba a los civiles de la derrota en la Primera Guerra Mundial

La República de Weimar no sólo tuvo que hacer frente a la hostilidad de los grupos extremistas sino también a una profunda crisis económica y financiera gestada desde antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno suprimió la convertibilidad de papel moneda en oro; lo que generó la impresión masiva de papel moneda y la subsecuente inflación. El desastre de la guerra generó más deuda, más déficit, devaluación y una dramática subida de precios.  La política de imprimir más papel moneda como forma de financiación para el gobierno se profundizó: para 1922 la devaluación, inflación y subida de precios comenzó  a arreciar. Los ahorradores perdieron todo su dinero y los deudores vieron desaparecidas sus deudas.  La cotización de preguerra de 4.2 marcos por un dólar se mantuvo estable largo tiempo; sin embargo para julio de 1923 alcanzaba la relación de 350 mil marcos por un dólar, para mediados de agosto se pagaban 4 millones de marcos por un dólar, en septiembre 160 millones y finalmente para noviembre alcanzaba la rídicula proporción de 4 billones de marcos por un dólar. Prácticamente el marco perdió cualquier valor que pudiera tener: había arrastrado en su caída a la economía y a la totalidad del país. La hiperinflación había conseguido algo que ni siquiera la Primera Guerra Mundial pudo: el fin de la sociedad alemana de preguerra. La consecuente reducción del gasto público y el fin de numerosas políticas de seguridad social en el momento que eran más necesarias hizo que la gente se desencantara de la democracia y el republicanismo y virara a posiciones políticas más extremas, de entre las cuales el ultranacionalismo y la derecha fueron las más beneficiadas.

En medio de la turbulencia y la incertidumbre, el 8 de noviembre de 1923 Adolfo Hitler aliado a Eric Luddendorff orquestó un intento de golpe de estado desde Münich: planeaba hacerse del control de la ciudad, marchar el día siguiente hacia Berlín para hacerse finalmente del poder y derrocar a la república. El mismo día la revuelta fue fácilmente sofocada. Hitler fue condenado, indulgentemente, a apenas 5 años de prisión; sin embargo fue liberado el 20 de  diciembre de 1924, durante el proceso Hitler había concluido que podía hacerse del poder mediante la vía electoral. En apenas poco más de ocho años, la República de Weimar caería finalmente en poder de Hitler y el nazismo, luego de un fulgurante periodo de bienestar, estabilidad política y financiera que llegó a su fin con la muerte de Gustav Stresemann (el artífice del reposicionamiento de Alemania) y la Gran Depresión de 1929.

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Ingmar Bergman ubica precisamente la acción central de El huevo de la serpiente en los días más aciagos de la República de Weimar (noviembre de 1923), antes de que alcanzara la relativa estabilidad que logró consolidar Gustav Stresemann previo al ascenso del nazismo. De hecho, el objetivo principal de Bergman es explorar el origen y las condiciones en que se gestó el nazismo y la figura de Adolf Hitler antes de desencadenar la Segunda Guerra Mundial y la solución final del problema judío. En este contexto, Bergman presenta la historia de Abel Rosenberg (un judío estadounidense que trabajaba en un circo) y Manuela, su ex-cuñada; la acción se abre la noche del 3 de noviembre de 1923 cuando Abel descubre que su hermano Max se ha suicidado; sin embargo las circunstancias que rodean el suicidio son poco claras y misteriosas, incluso en su carta póstuma, Max habla de 'envenenamiento', además de conducirse erráticamente los días previos. 



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El inspector Bauer y La República de Weimar

Las investigaciones en torno al suicidio de Max Rosenberg, son conducidas por un funcionario oficial: el inspector Bauer. Abel Rosenberg y el inspector Bauer mantienen un diálogo esclarecedor en el filme: el inspector habla de la rampante devaluación, el pago de indemnizaciones (establecidas en el Tratado de Versalles), las agitaciones de los grupos bolcheviques y el inminente golpe que Hitler prepara. Alemania es un hervidero y caldo de cultivo para los extremismos. A pesar del caos, la situación excepcional y las condiciones adversas, Bauer intenta cumplir cabalmente con su deber: investigar un serie de asesinatos macabros. Todos tenemos miedo, apostrofa Bauer con serenidad. Probablemente el inspector Bauer encarne los mejores propósitos que se propuso la República.

El silencio de dios

El silencio y la ausencia de dios es un tema central en toda la reflexión que es la cinematografía de Bergman. En El huevo de la serpiente, no pasa por alto el tema porque precisamente en un contexto social, político y económico como el que enfrentó la República de Weimar, la pregunta se hace para el creyente más imperativa que nunca. Manuela busca el consuelo que puede ofrecerle un sacerdote. El sacerdote se muestra apático, indiferente, molesto. Habla de un dios remoto, silencioso, casi definitivamente ausente. Luego se disculpa por su actitud.



 Los diarios y los judíos

Abel,  de origen judío, se encuentra con su anterior patrón en el circo. El patrón lee su diario: los judíos son un problema para Alemania, lo son más en tanto el régimen bolchevique se ha consolidado.

La vida cotidiana

Dice la voz-off: "Los diarios están llenos de temor, amenazas y rumores. El gobierno está indefenso. Una sangrienta confrontación entre los grupos extremistas parece inevitable. Pero a pesar de eso, la gente va a trabajar, la lluvia no cesa nunca y el temor crece como el vapor entre los adoquines. Puede sentirse como un olor acre. se soporta como un envenenameinto interno, como un lento envenenamiento que sólo se siente rápida o lentamente, o como un espasmo de náusea". Sí, a pesar de todo hay que vivir.

El gato de Hans Vergerus


Cuando Abel Rosenberg se encuentra con Hans Vergerus afuera del camerino de Manuela, su estado de ánimo se afecta, se perturba. Despúes refiere a Manuela que Hans Vergerus fue un amigo de infancia, que le disgustaba a su madre. Un día Hans abrió un gato por la mitad.

El peso del dinero

Abel Rosenberg camina, de noche, por las calles de Berlín. Es el 7 de de noviembre de 1923. Ya no hay leche en Berlín. Ya no existe el marco, no importa el valor impreso al frente: los fajos de billete son pesados en báscula para que alcancen cierto valor.


El discurso de Hans Vergerus

La noche del 8 de noviembre de 1923, Abel Rosenberg descubre la aberrante monstruosidad de los experimentos médicos que Hans Vergerus practica en seres humanos. Descubre que también los ha padecido en carne propia: la muerte de su hermano y Manuela. Hans Vergerus señala que no es un monstruo, sino parte de un desarrollo lógico y necesario. Y Hans Vergerus habla también de un antiguo cabo austríaco y su inminente levantamiento contra la República de Weimar: "Herr Hitler carece de capacidad intelectual y de técnica. No conoce las tremendas fuerzas con las que se enfrentará. Será arrasado como una hoja marchita el día que se desate la tormenta". No habrá tal revolución por el momento, los alemanes son gente humillada, incapaz de articular una rebelión: el mito de la puñalada en la espalda goza de cabal salud. Vergerus señala, extasiado, que en diez años los alemanes de 10 tendrán 20 años, los de 15 tendrán 25, y así "al odio heredado por sus padres, ellos añadirán su propio idealismo e impaciencia. Alguno se adelantará y pondrá sus sentimientos en palabras. Alguno prometerá un futuro. Alguno hará sus demandas. Alguno hablará de grandeza y sacrificio. Los jóvenes e inexpertos brindarán su valor y su fe a los cansados e indecisos. Y entonces habrá una revolución, y nuestro mundo se hundirá en sangre y fuego. En diez años, no más, ellos crearán una sociedad sin igual en la historia mundial. La antigua sociedad se basaba en ideas muy románticas sobre la bondad del hombre. Muy complicado, ya que las ideas no concuerdan con la realidad. La nueva sociedad se basará en un juicio real de los potenciales y limitaciones del hombre. El hombre es una deformidad, una perversión de la naturaleza. Entonces nuestros experimentos tomarán lugar. Lidiamos con la forma básica y luego la moldeamos. Liberamos las fuerzas productivas y controlamos las destructivas. Exterminamos lo inferior y aumentamos lo útil". Este es el huevo de la serpiente, a través de la membrana se mira el reptil perfectamente formado. Lo demás, lo demás es cuestión de tiempo.

La serpiente en proceso

Los siguientes seis años son un oasis para Alemania: se reactiva la industria, suben los salarios, fluyen préstamos internacionales, la hiperinflación se detiene, se crean millones de empleos; pero la serpiente no ha dejado de crecer, nunca dejó de crecer. Para 1933 el ascenso lento, silencioso y sagaz de Hitler culmina: la República de Weimar es sustituida, de facto, por el Tercer Reich. Las condiciones para el ascenso del totalitarismo en Alemania se han construido poco a poco desde 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se ha consolidado luego porque ninguno de los extremismos, ni de derecha ni de izquierda, ha estimado que la democracia, la república y el liberalismo sea la salida para una Alemania derrotada y lastimada. No es gratuito entonces que Bergman medite sobre el origen del mal y el totalitarismo desde los días más aciagos de la República de Weimar en noviembre de 1923, porque precisamente la serpiente llevaba largo tiempo formándose y para entonces, como señala Hans Vergerus, se puede mirar al reptil perfectamente formado a través de la delgada membrana del huevo.









miércoles, 23 de noviembre de 2011

Scorsese: el fondo y la forma

En el cine, como en el resto del arte, la forma y el fondo son una y la misma cosa. El puro virtuosismo de la técnica, es decir, la forma sin sustancia ni materia no encarna plenamente la naturaleza completa del arte. Tampoco lo es el fondo sin más, esto es, la historia y el guión, las ideas y conceptos que soportan el cine. Esa marcadísima tendencia que Hollywood encarna: la de filmar literatura, la de interesarse sólo porque una historia pueda ser contada en términos sencillos y accesibles para la gran audiencia. Cuando Martin Scorsese filmó Goodfellas (1990) era ya un maestro maduro y consolidado en el circuito del cine, con una considerable cinematografía a cuestas que incluía clásicos como Taxi Driver y Raging Bull. El director estadounidense dominaba, para entonces, ambos reinos: el de la forma y el fondo. Precisamente en Goodfellas, Scorsese tira uno de los planos-secuencia largos (poco más de tres minutos) más celebrados y memorables de la historia del cine: una cámara fija sigue a Henry Hill y Karen a través de su periplo al interior del Copacabana.


 



Scorsese resuelve con maestría todos los problemas que entraña filmar secuencias largas sin ningún corte, en este caso el laberíntico camino que Henry y Karen toman mientras cruzan varias puertas y se encuentran con varias personas. Técnicamente es una secuencia impecable; sin embargo no se trata del mero regocijo en la forma y la técnica, esta memorable secuencia tiene una función precisa en tanto que resume el estilo de vida al que Henry Hill aspira toda su vida: no tener que tomar parte de la larga fila de gente ordinaria  para entrar al Copacabana ('Para nosotros, los demás estaban locos. Para nosotros esa gente buenaza con salarios de mierda que trabajaba todos los días y se preocupaba, estaba muerta. eran pendejos y no tenían cojones'),  y formar parte de la mafia que le asegura una puerta de entrada exclusiva para la élite ('Desde que tengo uso de razón, siempre quise ser gángster. Para mí ser gángster era mejor que ser presidente de los Estados Unidos', dice Henry Hill al comienzo del filme).  Precisamente esta secuencia simboliza también la entrada para el espectador, de mano de Scorsese, al inframundo, al microcosmos que es el universo de la mafia, de los 'wiseguys': reglas, costumbres y convenciones propias; al margen del resto de la gente común. Entraña también la entrada de Karen a este submundo, en el que permanecerá varios años, por vez primera: siempre sorprendida pero fascinada de la misma forma por el trato privilegiado que se extiende a Henry, el valet parking, las propinas sumamente generosas, la mesa en el centro del Copacabana, el vino de primera línea, el reconocimiento social entre pares. Ser alguien en alguna parte, como insiste Henry Hill una y otra vez.  De hecho, si algo llora Henry al final del filme es tener que abandonar este extraordinario modo de vida: "Voy a vivir el resto de mí vida como un pendejo".  Como se ve, Scorsese reivindica excepcionalmente la verdadera naturaleza del cine como arte, donde el fondo y la forma son inseparables y constituyen un solo lenguaje solidario y en comunión.

jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Dioses y hombres?


En De dioses y hombres (Des hommes et des dieux), que obtuvo el Gran Premio del Jurado y el Premio del Jurado Ecuménico en el Festival de Cannes en 2010, el director francés Xavier Beauvois parte de un hecho real, el secuestro y el asesinato de siete monjes de la orden de Císter en Argelia durante 1996 en medio de la guerra civil entre gobierno e islamistas, para articular una reflexión en torno a la religión y la convivencia interreligiosa.


Beauvois se cuida de señalar al final del filme que la identidad de los asesinos y la circunstancias de la muerte de los monjes permanecen en silencio, aunque él mismo tome partido entre las distintas hipótesis y adjudique (dentro de la lógica del propia filme) la autoría a una guerrilla radical islamista. A pesar de ello, es notoria la voluntad de Beauvois por deslindar lo que él estima los principios ideales que proponen las religiones y los hechos que los hombres realizan en su nombre, especialmente en el caso de los musulmanes. De hecho los monjes de la orden de Císter mantienen una relación fraternal con la comunidad musulmana local: ofrecen ayuda médica gratuita, cultivan la tierra del monasterio y comercian los productos que elaboran, conviven, dialogan y participan de los festejos de los musulmanes. Son estos mismos musulmanes los que censuran desde otra lectura del mismo Corán la violencia que practican los grupos islamistas radicales que amenazan a la propia comunidad y su relación con los monjes católicos. El ascenso de los grupos fundamentalistas musulmanes y la creciente corrpción e inestabilidad del gobierno local (gérmen de la guerra civil en marcha) conduce a los monjes a la encrucijada central del filme: marcharse del país o permanecer a pesar de la creciente violencia. Este dilema detona una serie de reflexiones y debates al interior de la comunidad que él propio Beauvois aprovecha hábilmente para entroncarlos con la premisa principal del filme. Frente a la guerra y la muerte los monjes se cuestionan sobre la naturaleza de su responsabilidad con la comunidad local, la posibilidad del martirio, el sentido de entregarse a una muerte segura, las consecuencias de una posible marcha, la fragilidad de la fe, el miedo a la muerte, su condición de monjes, la ausencia y el silencio de Dios frente a sus preguntas y plegarias, la violencia y el horror que habitan el mundo, para finalmente decidir con plena convicción y seguridad que deben permanecer a pesar del riesgo inminente.  En una de las secuencias más memorables del filme, Beauvois muestra como los monjes a través de su personalísima convicción religiosa atisban el sentido de la belleza y la fragilidad de la vida en medio del horror y plenamente conscientes de su mortalidad: departen en silencio con vino, comida y música como reivindicación de la fraternidad humana. Despúes de ser secuestrados y antes de ser conducidos a la muerte a través de un paisaje nevado, Beuavois recupera un mensaje final del líder de los monjes, Christien, que reivindica la inocencia de Argelia y del Islam por su muerte, que declara su fe en una vida ultraterrena donde se alcance a comprender la naturaleza de Dios en tanto padre universal de todos los hombres al margen de los distintos credos. Y es que para Beauvois, como ya se ha dicho, las distintas religiones no son incompatibles entre sí (la relación monjes-musulmanes) porque finalmente el fundamentalismo (los grupos radicales islamistas) no representa la verdadera esencia de la religión sino su perversión final. En este sentido, la lectura de Beauvois puede parecernos demasiado optimista y su juicio bastante indulgente en torno a la verdadera naturaleza de las religiones: ¿cuántas citas en el propio Corán rebaten las declaraciones de afecto por los infieles? ¿cuántos hechos históricos desmienten la posibilidad de una convivencia civilizada entre los monoteísmos o entre los monoteísmos y los no creyentes? La relación armoniosa entre los monjes de Císter y los musulmanes no es a causa de la religión sino a pesar de ella. Vale la pena recuperar una cita de Pascal a la que acude el hermano Luc, el médico del monasterio: los humanos no hacen mal tan rotunda y alegremente sino es por causa de cuestiones religiosas

jueves, 27 de octubre de 2011

Elogio del bebedor

Desconfio de los abstemios, me parecen sospechosos. Lo hago por varias razones: la primera de ellas es que soy un bebedor habitual y que hasta nuevo aviso el consumo de alcohol no ha tenido un influjo negativo en mi vida. A eso se suma que prácticamente la totalidad de mis amigos son también bebedores (aunque en diferentes niveles y con diferentes gustos). La tercera razón es consecuencia de las dos anteriores: las más memorables conversaciones de mi vida han sido con alcohol de por medio. Todo a propósito de un cierto fenómeno entre la clase política mexicana: los denuestos y insultos en torno al consumo de alcohol se han vuelto comunes. En defensa del bebedor quiero citar un caso ejemplarísimo de la historia: en la actualidad Adolf Hitler sería un caso modélico de corrección política para los puritanos y un paradigma de habitos sanos. El dictador alemán era vegetariano, abstemio y abominaba a los fumadores. En cambio Churchill era un gran bebedor (especialmente whisky) y fumador (sólo puros). Los consumía asiduamente. La historia, todos lo sabemos, consigna que las gestiones de Winston Churchill fueron indispensables para frenar el avance del nazismo que amenazaba al occidente democrático y para la ulterior derrota de Hitler.