miércoles, 7 de diciembre de 2011

El Ángel ebrio, un héroe problemático


El Ángel ebrio es el séptimo filme en la carrera del maestro japonés, la primera colaboración (de una larguísima relación) con Toshiro Mifune y, en palabras del propio Akira Kurosawa, su irrupción definitiva como director consolidado en el cine japonés de la época. El Ángel ebrio tiene lugar en el decadente y arruinado Japón de la incipiente posguerra, lo que le concede una cierta atmósfera propia del cine noir y cuenta la compleja y problemática relación entre un dedicado y talentoso médico entregado al alcohol (Takashi Shimura) y Matsunaga (Mifune), un mafioso de la yakuza que padece tuberculosis, una enfermedad muy común en la posguerra. Sanada, el médico, intenta, a pesar de las reiteradas negativas, convencer una y otra vez a Matsunaga para que tome el tratamiento que necesita, salve su vida y abandone la vida criminal que ha llevado. 



 Sin embargo no existe ninguna intención moralizante o una visión reduccionista del problema, puesto que el médico Sanada está completamente alejado del paradigma de perfección o virtuosismo moral y lidia con sus propios demonios internos y su adicción al alcohol; ni por su parte el mafioso Matsunaga es la encarnación absoluta del mal o el prototipo del individuo privado totalmente de conciencia; y es que a pesar de su aparente dureza de carácter teme profundamente la  proximidad de la muerte, y de hecho existe en él un oculto deseo de redención. Lidiamos, es evidente, con personajes complejos. En este sentido, el médico Sanada es una encarnación del héroe problemático: el héroe que a pesar de enfrentarse a un mundo degradado y desesperanzado, como lo era el Japón de la posguerra con prostitutas y mafiosos, no se abandona ni se entrega al nihilismo o la pura contemplación del naufragio colectivo sino que decide actuar decididamente.

 La aparición de Matsunaga en su vida entraña un cambio cualitativo de gran trascendencia en su visión moral y ética del mundo: no se trata solamente de salvar de la muerte y la tuberculosis a los honestos pacientes que llegan a su consultorio sino también al criminal que todavía conserva un atisbo de conciencia y una posibilidad de redención. Eso se convierte en la obsesión y batalla personal de Sanada, que a su manera aspira también a la redención. En este periplo, Matsunaga, a pesar de la reticencia inicial, alcanza un cierto grado de comprensión en torno al sentido que modela su vida: descubre que hacia el interior de la mafia no hay verdadera fraternidad o preocupación genuina sino puro interés: pierde, primero,  a manos de su antiguo jefe que recuperado su libertad el imperio sobre su territorio y luego a su novia, para finalmente descubrir que para los líderes de la mafia su estado de salud no importa: ¿qué más da entregarlo a la muerte en una cierta misión casi suicida?, se pregunta un líder de la mafia, si finalmente la tuberculosis es una condena de muerte. Hay un desprecio absoluto por la vida del otro. Sin embargo, y no obstante los titánicos esfuerzos, el médico Sanada no alcanza a salvar a Matsunaga de la muerte, pero sí a infudir en él un cierto cambio de conciencia y actitud; aunque Matsunaga, y en eso le va la vida, permanece atadado áun al estricto código de conducta de la yakuza y la noción plurisecular del honor en la sociedad japonesa. A pesar de todo, el médico Sanada confirma su intuición primigenia: en medio de la degradación del mundo aún es posible mantener la esperanza y conferirle un sentido a la vida. "La voluntad puede curar todos los males humanos", dice hacia al final de la cinta el médico Sanada, en el derruido Japón de posguerra, cuando descubre que una de sus jóvenes pacientes se ha recuperado totalmente de la tuberculosis.